Llevé las manos a los bolsillos del pantalón con un gesto automático y toqué las monedas. Estaban envueltas en un pañuelo que me había regalado mi madrina, la tía María. El pañuelo era una reliquia, llevaba mis iniciales bordadas en color azul marino, “JC” , la verdad es que siempre me dio vergüenza tener que llevar ese pañuelo en vez de “clinex”, pero mi madre insistía en que sonarse con papel era malo para la piel y yo… yo no tenía más remedio que llevar el dichoso pañuelito con las iniciales.
Todo empezó el año en que, por mi cumpleaños, mi madrina apareció en casa con media docena de pañuelos de tela bordados con mis iniciales en distintos colores; decía que eran egipcios -la verdad es que no se les notaba nada que los diferenciara de los que tenía mi padre que eran de Santiago- y que no había que sonarse con papel porque era de gente poco fina. Mi madre le hizo caso y desde aquella… la voz de mi madre todas las mañanas recordándome: ¿llevas el pañuelo en el bolsillo, José Carlos?
Este fue el único regalo que me haría mi madrina en toda la vida. Muy valioso y acertado. De siempre supe que ella no me quería, y eso a pesar de que cada vez que venía a casa me daba unos sonoros y húmedos besos en los mofletes que producian en mi el asco que me causa la ventosa de la lamprea. Esa era mi madrina, una mujer con los labios como la ventosa de la lamprea.
Como decía, en el pantalón tenía unas monedas, pocas, pero las justas para, cuando saliera al patio del recreo, poder comprar lo que más me gustaba del mundo: la manzana envuelta de caramelo rojo y brillante. La manzana acaramelada
En el colegio todos los niños sabíamos que había que esperar a D. Manuel, el pipero. Llegaría a los cinco minutos de tocar el timbre y, cantando por detrás de la verja del patio de recreo, nos iba diciendo todas las maravillas que llevaba en su gran cestón de mimbre.
D. Manuel era un señor mayor, algo encorvado, de pelo casi blanco y con una gran tripa.
Cuando le ibas a comprar algo, primero te hacía enseñar las monedas, y si te faltaba alguna decía cantando: “Chaval, otro día será, aprieta el culo y dale al pedal”, si tenías las monedas justas decía:”Chaval, correcto está, te llevas algo y eso es normal” y si te tenía que dar la vuelta decía: “Chaval, me das de más, algo sobra y devolver es cabal”. La verdad es que era todo un ritual.
D. Manuel era un señor mayor, algo encorvado, de pelo casi blanco y con una gran tripa.
Cuando le ibas a comprar algo, primero te hacía enseñar las monedas, y si te faltaba alguna decía cantando: “Chaval, otro día será, aprieta el culo y dale al pedal”, si tenías las monedas justas decía:”Chaval, correcto está, te llevas algo y eso es normal” y si te tenía que dar la vuelta decía: “Chaval, me das de más, algo sobra y devolver es cabal”. La verdad es que era todo un ritual.
Día tras día esperábamos ver aparecer el gran cestón de D. Manuel por la esquina derecha de la verja, y día tras día veíamos como asomaba la cesta y por ella las bolas redondas y brillantes de las manzanas acarameladas. Todo fue como lo preveíamos… hasta que un día…. el cestón no apareció, ni las manzanas, ni las golosinas, ni D. Manuel con su inmensa tripa, ni nada de nada, ni nadie de nadie. No supimos qué había pasado, pero D. Manuel no volvió a aparecer.
A los pocos días pusieron una máquina en el cole. Si le metías por una ranura monedas ella te daba golosinas, pero no cantaba, hacía un ruidito chirriante y, lo que es peor, por su culpa nunca, nunca, nunca más pude comer en el recreo aquella maravillosa manzana brillante envuelta en caramelo colorado.
Lagataparda
6 comentarios:
Os novos tempos, a modernidade e a tecnoloxía endexamis superarán á tenrura e sabiduría humána...melancólica presentación envolta coma un caramelo nun gracioso relato. Parabéns,divertido e de trasfondo punzante.
"La manzana acaramelada" condúcenos con maestría a unha apaixoante viaxe no tempo... a unha infancia de melancólica tenrura, aderezada con ese toque sutil de humor dos bos cociñeiros, que aderazan a súas historias cos ingredintes necesarios...onde nada sobra ...e todo está perfectamente calibrado...deslizándonos pola historia coa suavidade do doce caramelo...
".... todos recordamos con cariño o tendeiro das chucherías ,ese ente máis parecido a unha hada madriña que a un comercial..."
"...Ternura dulce..."
(Sweets of the world Review)
lo dulce puede ser duro,...sino que se lo pregunten a la manzana. Muy bueno, muy bueno.
Anabel lee
A historia reflexa marabillosamente a visión dos nenos tanto dalgún que otro membro da familia como das inestimables "chucherias" que por misteriosos motivos desaparecieron de nuestras vidas.
Moi agradable o teu relato
me gusta mucho esa mezcla de humor y de ironía crítica ...muy bien!
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