11 abr 2010

El Muro

Por aquel entonces no podía sospechar que estaba empezando a moverme por un terreno resbaladizo. No era consciente de que algo se agitaba bajo mis pies. Seguramente - pensaba yo - llevo puesto un calzado inadecuado para desplazarme por este suelo que no pertenece a mi ambiente habitual. Si, seguramente es el tipo de empedrado el que me dificulta avanzar con normalidad. 


Pero a pesar de este diálogo interno en el que intentaba minimizar la situación, algo se estremecía en mi interior.
No obstante, y ajeno a esas ideas que fluían de mi interior, yo continuaba caminando. Caminando y observando cómo el paisaje se iba tornando más y más oscuro, más y más denso. Y el suelo, ese suelo que desconocía, que no reconocía como tal, empezaba a preocuparme y a inquietarme. Un ruido irreconocible, un ruido que por momentos parecía cambiar...

Chap, chap, chap, cloc, cloc, chap, chap, cloc....a mis oídos llegaba esta sonoridad a contratiempo, con dificultad. Había algo que me impedía relacionar mis pisadas con los sonidos que alternativamente producían mis pasos. Y no podía saber qué era lo que me estaba impidiendo armonizar el movimiento de mis pies con el golpeteo armónico de esos ruidos escalofriantes; sí, ahora lo sé, escalofriantes, ruidos que incluso parecían resbalar por mi piel. 
Y me hubiera reído. Sí; lo habría hecho si de pronto no hubiera recordado tu muerte. Seguramente si esta mente maldita no hubiese evocado esos momentos anteriores en que acababa de matarte - a ti, mi dulce Inés, a ti, mi cándida y dulce Inés - seguramente me reiría con fuerza, nerviosa y compulsivamente. Como otras veces, como en cada ocasión en que no me sentía capaz de saber lo que me estaba pasando.
Un frío recorrió mi espalda una vez más: un paisaje oscuro y más y más denso pasaba por mis ojos. Algo ocurría en mi cerebro. Oh! el terreno resbaladizo era el de tu sangre, el de tus vísceras. Y ese chap, chap, chap, y ese cloc, cloc.... era el sonido de mis pies que chapoteaban en el líquido rojo extendido por el empedrado.
Sin saber cómo me encontré con la cabeza descansando en una pared, o en un muro, no sé, tocando su fría y lisa superficie. Mis brazos apoyados apuntalaban mi cuerpo sosteniéndole de una posible caída, de un posible desplome. La repugnancia que sentía y el aborrecimiento de lo sucedido me estaban induciendo una serie de náuseas, de arcadas que me incitaron al vómito. 
Vomité todo lo vomitable, sudé y lloré, lloré y sudé. Cuando ya parecía que no tenía más para vaciar de mi cuerpo, cuando ya parecía que tanto mi crimen como mi organismo estaba descargado, me incorporé y con la manga de la chaqueta ya desgastada me limpié la boca. 
Con lentitud y tambaleante seguí mi camino. Un camino hacia la nada, hacia la culpa, hacia el pecado. Un camino que quizás me habría de llevar hacia el patíbulo, hacia la horca.
Y ahora tú, lector desconocido, ahora tú que estás leyendo estas letras, debes saber que este manuscrito fue escrito en Dusseldorf, ciudad alemana de la cuenca del Ruhr, por Friedrich Holbein el 18 de septiembre del año 1818, e introducido en una botella de aromático vino del Rin ese mismo día. 
De este modo, alguien como tú, lector desconocido, alguien como tú, será testigo mudo de uno de los crímenes mas horripilantes perpetrado por la inconsciencia de un hombre que asqueado de la vida no supo amar, ni ser amado.

Friedrich Holbein

4 comentarios:

Redes Chronicle dijo...

Excepcional crónica íntima dun escalofriante asesinato...un crime pasional, aderezado con tódolos ingredintes dun clásico...
Un río de sangue...que so pode desembocar nun mar de locura !!!

Excelente...unha grande homenaxe a memoria do poeta...

Anabel Lee (senón, ¿cómo iba a opinar?) dijo...

Sí, señor...non sei qué diantres debe pasar nas mentes dos ClanDestinos, pero a traducción nas palabras escritas é incriblemente inquedante,...moi bó,...moi bó...

Jandro X. dijo...

Oh, terrible descubrimiento el de nuestro protagonista teutón... no le deseo a nadie tamaño sufrimiento; empapado en la sangre de su víctima... no, no se lo deseo a nadie...

Felicidades sin embargo a su creador/a, que con maestría nos ha metido la desazón en el cuerpo!

Conde de Albarei dijo...

Tremenda crónica interior dun ser atormentado , paradigma fatal do amante asasino....e Que o Viño do Rin fai estragos... ¡