La Primera Noche

"Sin Ligeia era yo un niño a tientas en la oscuridad".



"Al filo de una lúgubre medianoche..."

... me hago poro de la oscuridad; suda a través de mí regulando la temperatura de su centro; me tiendo en la cama que se vuelve abismo y me engulle; mis ojos se ponen a chapotear con la torpeza de un niño de papel; retengo amaneceres en la retina tanto como me es posible, escasos segundos, tras lo cual inhalo algo de oscuridad, balbuceo, toso e inhalo más oscuridad que comienza a arder en mis pulmones; alzo entonces la mano, como otras tantas noches, buscando su claridad, la suya, la de mi amada, áquella en cuya sombra se refrescan soles exhaustos, áquella cuyo aire luminoso estalla en el pecho de los versos.




Nada encuentro, nada me agarra; ¿por qué su mano no ha partido en dos esta oscuridad?; ¿por qué la luz de su latido no se ha encarnado en un sol de ternura?...Acaso nunca pueda saberlo, nunca pueda levantarme y con el sigilo de la pluma en el papel acercarme a su halo de fuego y susurrar, sin quemarme, tan solo chamuscados los labios de barro, susurrar y rogar: "regresa a mi lado; olvida los gritos en llama, el aliento a infierno, los cuerpos sin nombre"; y entonces, secadas sus lágrimas por el aire desnudo, tenderme su mano de ángel compasivo. Así será, me digo; esta demora que borra todo trazo sobre mi extensión no es más que un justo escarmiento.



Y entonces grito de pavor; comienzan a parpadear aún ebrios los recuerdos de estas últimas semanas: la fiebre reptando por entre afilados fragmentos de luz; la fatiga como un universo mortecino sobre los hombros; el vacío cristalizando en la pupila callada; su último suspiro como un cuchillo en mi garganta. Y lentamente la embriaguez cede a la razón: no es la oscuridad quien me traga y me tritura; quien como un torrente de espinosos pliegues parece recorrerme, desembocar en mi latido; es la fría ausencia, la ausencia sabor ceniza, la infinita ausencia de mi perdido amor.

Rosebud.