Mito del Vinilo

“El canto no es anhelo… el canto es existencia”

Rainer Maria Rilke en “Sonetos a Orfeo”

Fui a la sombra y allí reencontré mi luz, y sólo en la Luz podría ésta hacerse sol en mi pupila. Ella, piel aún marchita pero belleza fascinante, arrastrando dos abismos del tobillo, ascendía torpe al ritmo que marcaban mis pasos ciegos. Luego, la impaciencia como una fiebre de mirada hipnótica parecía recorrerme, estrujarme la razón, bebérsela a tragos cortos... Y así fue mi pupila veneno en su sangre; y así la perdí por segunda y definitiva vez.

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Mi arte ya no pertenece a los dioses; en sus oídos ya no quedan rastro de aquellos templos magníficos; mi arte ya no pertenece a los dioses; en mi boca ya no queda rastro de aquella agua luminosa; mi arte es de los animales, de la lluvia, de los bosques… y especialmente tuyo, astro preñado de vida, párpado de luz que sueña mundos, único dios cuyo nacimiento celebro.

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Cada noche me asaltan pesadillas terribles. Sólo con rozarlas se asustan y cambian de rostro: una mano divina que degüella la garganta; un grito divino que acalla la voz encendida; un fuego divino que calcina versos; un silencio divino que detiene el latido melodioso, mi latido melodioso. Pero esta noche nada alteró su ánimo, su quietud desmenuzaba estrellas, abismos; y aunque no temo a la muerte, sí temo la muerte de mi arte, y por él a ti ruego.

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Empapadas las manos en savia solar, formó de tierra y de agua un cuerpo circular y hermoso, esférica concavidad hambrienta de armonía, tiñó de sombra su desnudez para preservarla de la acción de la atmósfera, del polvo, del tiempo…, en sus entrañas guardó la música que mi pecho había tanto tiempo palpitado, y lo selló con su propia sangre.

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Ninguna pesadilla alteró mi descanso aquella última noche.

Rosebud